El pavor a resolver de oficio satura la gestión de la Administración
Nos hemos acostumbrado a encontrarnos con situaciones en la que una sencilla reclamación, fácilmente resoluble de oficio por el responsable correspondiente, acaba degenerando en un proceso kafkiano.
Por ejemplo, un opositor que es admitido en la lista de interinos sin poseer la titulación correspondiente. Se informa a la responsable de personal, lo niega, insistimos, lo reconoce, pero dice no poder hacer nada, ¡pero si no tiene la titulación!
Nos recomienda la vía del recurso, por ahí vamos y pasado más de un año y múltiples gestiones para averiguar por qué la tramitación acumula tantos retrasos, resulta que el asunto está nada más y nada menos que en Consejo de Estado esperando una resolución.
Mientras, alguien sin la titulación correspondiente, trabaja con una vacante que le correspondería a otra persona, acumula experiencia docente y llegado el nuevo curso ¡lo vuelven a contratar con otra vacante!
Lo más asombroso es que quien no quiere actuar de oficio en situaciones tan palmarias, se queje del gran número de recursos que tiene que atender y el tiempo que debe dedicarles.