ANPE 625 Febrero-Marzo 2025

martes, marzo 25, 2025
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La cuadratura del círculo sindical

Algo similar ocurre cuando intentamos encontrar coherencia en ciertas políticas sindicales, en las que las paradojas y contradicciones pueden rivalizar con las reflexiones filosóficas más intrincadas.

Pensemos en aquellos que han perfeccionado el arte de la desconvocatoria exprés. Anuncian una huelga en tono épico, cual Mayo del 68, para luego desconvocarla con la misma rapidez sin que haya ocurrido nada relevante que no se supiera cuando se convocó. Eso sí, se apresuran a presentar el desenlace como un éxito sin precedentes gracias al conejo salido de su propia chistera verde. Mientras docentes y empleados públicos intentan descifrar en qué momento exacto su indignación se disipó, los promotores del movimiento ya se felicitan a sí mismos en redes sociales, proclamando logros que, paradójicamente, ellos mismos reconocieron como pendientes. Y es que, cuando se acercan las elecciones sindicales, se multiplican las profecías de desastre seguidas de soluciones milagrosas, porque la gallina de los huevos de oro siempre merece ser atendida, aunque esta vez no haya elecciones a la vista.

Pero si esto ya es peculiar, no menos llamativo es el equilibrio milimétrico de ciertos sindicatos, que tan pronto se centran en la defensa de los funcionarios como en la de toda la clase trabajadora, y viceversa, según el momento y las circunstancias, esos compañeros de viaje siempre oportunos y estratégicos, cuya retórica sinuosa hace difícil distinguir una postura clara. Defienden y no defienden, reclaman y matizan, apoyan y rectifican en una pirueta discursiva que haría las delicias de Mario Moreno. Hoy protestan por MUFACE, mañana sugieren que la Seguridad Social podría ser la alternativa viable, y pasado mañana quizás prefieran dejar el debate abierto o decir justo lo contrario.

Todo esto solo genera una confusión permanente, como ocurrió con la estabilización: que si las plazas preceden a los trabajadores o viceversa, o, dependiendo de lo que salga, lo uno y lo otro o ninguno. Un dilema que recuerda la clásica disyuntiva entre el huevo y la gallina, que, dependiendo de la perspectiva del momento, conviene que tenga plumas o cáscara.

Y, mientras todo esto sucede, en un silencio ensordecedor, los precios siguen subiendo, los salarios perdiendo poder adquisitivo, el empleo precarizándose y los impuestos creciendo sin freno. Basta con revisar el ticket de la compra, la factura del gas o de la luz, o el coste de un vehículo eléctrico para comprobarlo. Pero si durante ese silencio autoimpuesto hay que hacer ruido, siempre se puede encontrar un motivo conveniente para rendir pleitesía debida.

En definitiva, el panorama sindical se asemeja a una tragicomedia en la que algunos sindicatos tradicionales defienden lo que no defienden, protestan contra lo que firman y desconvocan huelgas que convocaron con grandes discursos.

El problema no es que nos metan a todos en el mismo saco, sino que, quienes lo hacen, solo conocen a unos pocos. Sin embargo, más allá de este sindicalismo de manual, existe otra forma de representación, nacida de la realidad de nuestros centros educativos y de los propios profesionales. Y ese, permítanme decirlo, sí que tiene clase.

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