El cortoplacismo que vive inmerso en nuestra sociedad choca con los valores que son imprescindibles para aprender como el esfuerzo, el compromiso, la reflexión y la perseverancia.
¿Estudiar para aprobar un examen o estudiar un conocimiento para la vida? ¿ser ingenioso para publicar un contenido en TikTok o la inteligencia para desarrollar una aplicación? ¿ver una película a doble velocidad para consumir más cantidad de filmes o disfrutar de las emociones y sensaciones que te pueden trasmitir?
Para generar vocaciones y no ilusiones el docente necesita la herramienta del tiempo, que ha sido sustituida por el oportunismo y la inmediatez en nuestra sociedad y en la vigencia de nuestras leyes educativas.
La educación no puede estar sustentada por gobiernos que tienen mandatos de cuatro años que descuidan la visión a largo plazo, necesaria para dejar ver la evolución del aprendizaje de los alumnos y alumnas. Y estamos pagando el precio como muestran algunos informes internacionales. El tiempo es clave para afrontar el aprendizaje de nuestros niños, niñas y jóvenes. El abandono temprano es consecuencia, entre otras muchas, de la falta de madurez en el esfuerzo, en el compromiso, en la perseverancia; valores que no se cimentan en la sociedad porque todas las tareas están pensadas para emplear el mínimo tiempo posible en su realización y sacar el mayor rédito y lo más dramático, es precisamente, el reconocimiento colectivo a lo inmediato.
Las políticas buscan la rentabilidad con urgencia y se necesitan más de diez años para evaluar la implantación de un sistema educativo. En España, la media de la vigencia de leyes educativas es de cuatro o cinco años, leyes modificadas parcialmente, que no han sido aprobadas por consenso ni han logrado la intencionalidad que buscaban. Y ahora en este “stand by” no sabemos si el próximo relevo de gobierno vendrá con su propio manual ante una ley que todavía está con su calendario de implantación o continuará otros cuatro años pegando parches sin resolver los verdaderos problemas que tienen el alumnado y el profesorado.
Sonia García Gómez
Vicepresidenta Nacional de ANPE