En 2010 había en toda España 14.000 docentes con la edad suficiente para jubilarse que siguieron en activo, de ellos, unos 2.000 con más de 65 años.
En apenas 12 años, curso 2022/23, del que se tiene cifras contrastadas, el número ha aumentado a los 51.500, esto es casi cuatro veces más, de ellos, 7.500 han preferido quedarse más allá de los 65 años. Por aquel entonces, curso 2010/11, había algo más de 555.000 docentes en activo, en 2022 algo más de 760.000.
En 2010 estaba todavía en vigor la jubilación voluntaria anticipada e incentivada, de tal manera que todavía era posible jubilarse con sesenta años, pero bastaba con quince de servicios, con la reducción porcentual en la jubilación claro está, pero que con veintiocho de servicio podías recibir una gratificación que al fin y al cabo era como una compensación por los años restantes que faltaban por cobrar en activo.
Si miramos a otros diez años vista en el tiempo, serán más de 250.00 docentes los que se habrán o estarán en condiciones de jubilarse, lo que significa un tercio de la plantilla actual pero que de seguir en la tendencia actual podrían perfectamente mantenerse en el sistema, evidentemente no todos, pero sí una buena parte. Además, hay que tener en cuenta que desde el año 2013 con la entrada en vigor de le Ley 27/2011 de 1 de agosto, los que adquirieron la condición de funcionarios docentes deberán tener a partir de 2027 la edad de 67 años con menos de 38 de servicio y 65 con 38 años y medio. Es decir, que de seguir así y en esa tendencia, nuestros alumnos cuando se confundan, ya no nos llamarán papá o mamá sino abuelito, abuelita, yayo o yaya.
Si el motivo fuera el buen estado de salud y las ganas de seguir ejerciendo la profesión me quito el sombrero, y no sólo eso, debiera estar reconocido, pues al carecer de carrera profesional, me parece del todo injusto, incluso reprochable a nuestras autoridades, ya sean autonómica o central, que sólo se contemplen cinco sexenios, es decir, treinta años de servicio, cuando se nos obliga a treinta y ocho. Si los docentes no tenemos que hacer formación a partir de esos treinta años servicio no se nos debiera exigir actualización alguna, pero se nos exige, por lo tanto, actúese en coherencia.
En todo caso, y con todos mis respetos y consideración al resto de funcionarios y trabajadores, la educación está en constante evolución, metodológica, pedagógica, social y tecnológica. El cansancio y no sólo el físico, especialmente el psíquico, que significa la docencia acumulada en treinta años, en unas aulas masificadas y la adecuación a esa evolución ya mencionada como también a la normativa y actual burocracia, aconsejan necesariamente una renovación generacional periódica de nuestras plantillas que como ya pasó en 1990 motivado por los cambios legislativos y que se prorrogó con la LOE, pasa ineludiblemente por volver a la jubilación voluntaria anticipada e incentivada con sesenta años y treinta de servicios.
Eso o bien dejen de hacerse los suecos, y sean coherentes con sus condiciones de jubilación docente e instauren el sexto sexenio para los funcionarios docentes.
Por Saturnino Acosta García,
Presidente de Anpe Cácere