Consciente de que esta publicación es de docentes para docentes, escribo con el corazón y la razón, ya que para aquel que lo lea, y no lo sea, seguramente encontrará alguna otra razón, pero créanme, sin corazón.
Tras muchos años de vida sindical y ayuda y servicio a todo aquel que lo haya necesitado, debo reconocer que este final y principio de curso, el desconcierto, las dudas, la desgana, a veces la injusticia y el cansancio, fueron tales en número e intensidad.
Varios son los motivos, como tormenta perfecta, que han coincido en el tiempo, nubes como por ejemplo la burocracia, que han ido evolucionando a borrascas huracanes y ciclones, a los que hay que sumar la derivación de los problemas sociales actuales a nuestros centros escolares con una plantilla ya exigua y extenuada sin preparación ni formación específica, obligada por vocación y responsabilidad a multiplicar sus horas de trabajo, ni reconocidas ni pagadas. Es la consecuencia de una profesión sin regular, con disparidades territoriales en permisos, salarios, incluso titulaciones y requisitos para ejercer como funcionario interino. Además, el famoso proceso de estabilización, que más bien ha venido a desestabilizar nuestro cuerpo de funcionarios en cuanto a concursos de traslados o asignación de grupos, al haberse realizado tan chapuceramente, no en el sentir, sino en las formas y maneras, así como la integración de los profesores
técnicos de FP a Secundaria, sin concretar ni desarrollar normativamente derechos y obligaciones.
No olvidemos la excesiva y compleja burocracia. En mis quince años de servicio al sindicato, es la primera vez que una de las consultas más repetidas es cómo programar o evaluar, protocolos de salud, diabetes, alumnado con trastornos de todo tipo, medicación y un largo etcétera.
Hablando en plata, no podemos ser sustitutos de padres y madres, enfermeros, psicólogos, administrativos o gestores de comedores escolares, o ahora técnicos de infantil con la entrada de 0 a 3 años en los centros.
Por otro lado, seremos los únicos trabajadores que, de nuestro bolsillo, abonamos luz, internet, teléfonos, herramientas tecnológicas, vehículos y un largo etcétera sin remuneración, no digamos horas extras vencidas y no pagadas. Necesitamos y exigiremos una homologación salarial inmediata, justa, reconocida y reconocible.
Nuestra profesión necesita de una regulación de mínimos urgentemente, pues nuestro cuerpo es estatal y las diferencias entre comunidades en cualquier aspecto es abismal, por lo que urge de nuestra clase política un Estatuto Docente y Carrera Profesional que nos una más que nos separe
Por último, trátennos como lo que somos, docentes, y si quieren que seamos otras cosas, metan a otras administraciones o profesionales en nuestros centros educativos, o doblen nuestras plantillas de docentes, pero con formación específica.
Hoy tocó hablar de razones que nuestro corazón de docente tiene y que por desgracia quien ni lo es ni lo ha vivido conoce, y aunque nuestra administración exponga otras razones, que sepa que, sin corazón, ni tendrán estos docentes ni esta educación.
Saturnino Acosta García
Presidente de ANPE Cáceres