Como cada año por septiembre, surge el mismo debate estéril, y más en años electorales. Los distintos partidos políticos se afanan en captar votos a base de promesas, muchas veces de difícil concreción, justificándolas como demandas sociales. En este caso, de algunas familias, para mejorar la conciliación.
Por Mª Jesús Álvarez Núñez,
Secretaria de Comunicación
de ANPE-Madrid
La posibilidad de comenzar antes la actividad lectiva de los profesores y, a su vez, ampliar los horarios de los centros, es un tema recurrente de todos los años. La cuestión no es si la escuela debería estar abierta más horas, sino que se está pidiendo a los colegios el desempeño de una función que no les corresponde.
La conciliación de la vida familiar y laboral permite el desarrollo pleno de la familia e incrementa la eficiencia en el puesto de trabajo. Pero la conciliación familiar no consiste en poder llevarse a los hijos al trabajo ni mantenerlos más tiempo en guarderías o centros de ocio para que los padres trabajen más horas. Conciliar es organizar la carga laboral y los horarios de trabajo adaptándose racionalmente a las necesidades de la familia: atención y cuidado de los hijos, presencia de ambos progenitores en el hogar, dedicación mutua de los cónyuges, cuidado de los mayores y los dependientes. Esto requiere que los gobiernos ofrezcan ayudas eficientes para que los trabajadores puedan atender las necesidades de sus hijos, y las empresas conciban la maternidad y la paternidad como un beneficio, no como un lastre.
La conciliación laboral debería ser vista como una medida ventajosa para las empresas, pues las que son familiarmente responsables permiten a los empleados adaptar sus horarios a las necesidades de sus familias sin rebajar los índices de productividad. Como resultado de estas buenas prácticas, los empleados rinden más en su jornada laboral, acaban con la cultura del ineficiente, trabajan con más motivación y crean un ambiente más saludable y positivo.
La escuela varía mucho de sociedad en sociedad y de país en país. Esto es así debido a que frecuentemente cada país establece su propio sistema educativo y organiza el funcionamiento de sus propias instituciones escolares de acuerdo a sus necesidades o intereses.
Sin embargo, una característica común a todas las escuelas es que cumplen el rol iniciador de la persona en el ámbito educativo y académico. En este sentido, el colegio se diferencia, por ejemplo, de la universidad en el hecho de que en el primero la asistencia suele ser obligatoria, para que todos los niños adquieran un mismo nivel de conocimiento y saberes que los vuelva homogéneos en términos de capacidades y contenidos.
La escuela es un lugar para aprender, pero los niños tienen otros escenarios de aprendizaje. Uno de ellos, el principal, es su casa, con la familia. Ahí es donde se producen la primera vinculación y los primeros aprendizajes, y para que esto continúe y no se deleguen en terceros funciones que corresponden a los padres, las familias deben estar con sus hijos, y atender y satisfacer sus necesidades.
España se coloca por encima de la media de días lectivos por curso escolar a nivel europeo. Por lo tanto, no estamos tan alejados de lo que se hace en otros países, aunque, quizás debido a nuestro clima, difiera la organización de esos periodos no lectivos –también llamados vacacionales–, que solo lo son para los alumnos, pues los profesores sólo disponen de vacaciones en el mes de agosto, ya que en julio están a disposición de la Administración para realizar otras funciones, como: formar parte de tribunales de oposición, organizar los documentos de final de curso en los centros, etc. Comenzar el día uno de septiembre, cuando los colegios están sin preparar, cuando todavía a la Administración no le ha dado tiempo a gestionar sus recursos humanos ni realizar el mantenimiento necesario a los colegios no tiene mucho sentido, a no ser que queramos convertirlos en “aparcaniños”, carentes de objetivos distintos al de liberar a las familias y sin tener en cuenta las necesidades de los niños, que serán los grandes perjudicados.
Cada vez más, nos encontramos con niños que hacen jornadas más largas o casi iguales en horas que las de sus padres y aun así a algunos les parece poco. ¿Cuántas horas más deben permanecer los alumnos en los centros educativos?
Exigimos coherencia a nuestros gobernantes, pues resulta imposible poner en práctica un sistema educativo riguroso y de calidad, sin un pacto educativo de todos los partidos políticos, ya que la educación no entiende de colores. Quien gobierna a base de ocurrencias, con el fin de acaparar portadas y titulares, no busca mejorar la educación o la conciliación, sino hacer campaña política, algo que se aleja mucho de tomar en cuenta a los niños y satisfacer las necesidades de las familias. Enarbolar la bandera de la conciliación, permitiendo y sosteniendo en el tiempo normas que no benefician a los alumnos, no parece una práctica razonable ni justificada.