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A vueltas con el modelo de jornada escolar

Una vez más, la publicación de un informe “independiente” reaviva la polémica sobre el modelo de jornada escolar, desde la base de argumentos manifiestamente discutibles.

Antonio Brea Balsera, secretario de comunicación de ANPE Andalucía

En este mes de mayo, algunos medios de comunicación nacionales han publicitado, a bombo y platillo, las conclusiones de una investigación cuya finalidad es convencer a la opinión pública de la inconveniencia de la jornada escolar continua y del peligro que representa su lento pero constante avance.

El estudio ha sido presentado por el Centro de Políticas Económicas Esade, que se autodefine como “un think tank independiente e interdisciplinar que tiene como misión articular espacios transversales de consenso para impulsar políticas públicas basadas en la evidencia”. Desde el propio título, el documento muestra claramente sus intenciones: Jornada escolar continua: Cómo la pandemia está acelerando un modelo social y educativo regresivo.

Para sus autores, la extensión de la jornada continua en los últimos treinta años, supuestamente espoleada por la pandemia, es un hecho negativo, dado que la jornada partida presenta mayores beneficios para los alumnos en términos académicos y socioemocionales, además de adaptarse mejor a sus biorritmos. Más aún, y siguiendo su argumentación, la jornada continua perjudicaría las posibilidades de conciliación de las familias y agravaría la brecha de género.

Frente a esta realidad, desde Esade plantean un plan de inversiones públicas con recursos obtenidos mediante recaudación vía IRPF, para sostener la jornada partida, que ellos denominan interesadamente como “completa”. El triple destino de estas partidas extraordinarias sería la dotación, a medio y largo plazo, de comedores escolares a todos los centros públicos de Infantil y Primaria, la ampliación de la cobertura y cuantía de las becas de comedor y el establecimiento de un complemento salarial al profesorado para compensar el incremento de la franja horaria de permanencia en los centros.
Para quienes ejercemos nuestra profesión en comunidades como Andalucía, en las que la jornada continua está fuertemente consolidada en la escuela pública con el consenso generalizado de los distintos sectores, supone poco menos que un insulto que se ofrezca reducir nuestro tiempo diario de libre disposición, a cambio de unas migajas salariales en forma de complemento.

La progresiva desaparición del modelo de jornada partida no parte de ninguna ola de regresión social y educativa, sino de la libre decisión de los propios centros

No deja de ser curioso que la publicación del trabajo de Esade coincida con la de un artículo sobre el mismo tema en la influyente revista educativa sevillana Redes. En el mismo, sin exponer alternativas concretas, se habla de superación de debates parciales; de distinciones entre tiempo objetivo y subjetivo, así como entre tiempo de la organización y tiempo de la administración; de tiempos flexibles frente a rigidez horaria; de adaptación a los horarios a los objetivos de aprendizaje y otros conceptos que parecen poner en duda, de modo sutil, la idoneidad del modelo de jornada continua. No en vano, la autora hace referencia a un trabajo de 2019 de la Fundación Jaume Bofill y la Federación de Movimientos de Renovación Pedagógica de Cataluña, en el que se insiste en los perjuicios de la jornada continua para el alumnado y las familias, desde una apuesta por la jornada partida.

Contrariamente a estos enfoques teóricos, la realidad es que la progresiva desaparición del modelo de jornada partida no parte de ninguna ola de regresión social y educativa, sino de la libre decisión de los propios centros. Y es que la jornada continua, presenta, a nuestro juicio, más ventajas que carencias.

Desde el punto de vista del profesorado, es la más deseable de cara a la conciliación de su horario laboral y personal, y la que más le facilita las tareas de coordinación, formación y programación de su trabajo semanal, así como de atención a la función tutorial.
En cuanto a las familias, es la que concede un mayor tiempo para la convivencia entre los distintos miembros y la que otorga mayor libertad a la hora de planificar las actividades a desarrollar durante el resto del día.

Y respecto al alumnado, no existe ninguna evidencia sólida de que su rendimiento académico o su salud se vean perjudicados. Muy al contrario, es el modelo de organización horaria que le permite disfrutar de mayor tiempo, tanto para el autoaprendizaje como para la libre participación en actividades extraescolares.

Además, la jornada continua no implica necesariamente que los centros docentes públicos permanezcan cerrados por las tardes, sin ofertar servicios para aquella parte del alumnado cuyas familias así lo requieran. Pero la satisfacción de esa demanda social por parte de las administraciones competentes no debiera delegarse en el profesorado, sino en otro tipo de perfiles profesionales como monitores o educadores.

En definitiva, si alguna regresión hay en este asunto, es precisamente la que se propone desde ámbitos ajenos a la práctica docente no universitaria, en contra de la voluntad democrática de la comunidad educativa.

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